Empezando por la infancia, existen varios signos, que incluso los padres los observan (sobre todo entre los 4 y 5 años), y los reconocen como “alarmantes” en relación al desarrollo de su propio hijo, tales pueden ser:
- La omisión de sonidos durante el habla.
- Un vocabulario limitado.
- Dificultades en la comprensión.
- Dificultades en iniciar y mantener conversaciones.
- Mala articulación de las palabras.
Todo esto mencionado anteriormente, se observa como alerta cuando no se corresponde con el desarrollo normativo de un niño. Sin embargo, existen algunos factores que también pueden ser “detonantes” de varios de estos problemas, los cuales pueden ser tanto problemas a nivel estructural de la boca, como por ejemplo una mala mordida como consecuencia de hábitos lesivos como el chupete y/o la succión digital (del dedo); haciendo que la lengua no esté lo suficientemente entrenada para articular bien algunos sonidos del lenguaje, e incluso para tragar.
Dichos malos hábitos, en ocasiones pueden ir unidos a una incorrecta respiración, y por respiración nos referimos a respirar por la boca en vez de la nariz, que también unido a una mala postura corporal, se dificulta la realización del correcto patrón de la respiración.
Así pues, podemos observar que el logopeda no es exclusivamente el que enseña a hablar y la /r/ en los niños, sino que también todos estos aspectos mencionados anteriormente, forman parte del trabajo del logopeda.
Continuando con la infancia, también existen otros problemas que el logopeda también puede ayudar corregir, como bien pueden ser:
- Disfonías infantiles, o en otros términos, la “ronquera” infantil.
- La disfemia o tartamudez, la cual es un problema cuando se ha consolidado al lenguaje.
- La lectoescritura, como por ejemplo y en términos generales la dislexia.
En dichos problemas y alteraciones, el logopeda también se encargará de la planificación de la intervención y de la reeducación del infante.
Al igual que en la infancia, se pueden producir la “ronquera” llamada más correctamente disfonía como consecuencia de alguna lesión en las cuerdas vocales o simplemente, debido a un sobreesfuerzo vocal.
Por otro lado, también es conveniente acudir al logopeda cuando se ha tenido un ACV (Accidente Cerebro Vascular) los cuales en determinadas ocasiones, pueden producir una afasia la cual se define como “pérdida del lenguaje en un paciente que previamente si lo ha tenido, como consecuencia de una lesión cerebral” la cual puede ser de tipo expresivo y/o comprensivo y el logopeda se encargará ayudar al paciente a recuperar aquellos aspectos del lenguaje que se han visto alterados, tras la propia planificación de la intervención.
También el logopeda puede ayudar en las enfermedades que causan deterioro cognitivo, como el Alzheimer y el Parkinson, con la finalidad de potenciar y mantener las dichas funciones cognitivas como el lenguaje, la memoria, la atención, con tal de prolongarlas durante la duración de la enfermedad y proporcionarle herramientas al paciente en aquellas que se vayan afectando.
Y por último, y relacionado con lo anterior, el logopeda interviene también cuando cualquiera de las enfermedades mencionadas anteriormente cursan con disfagia es decir, la dificultad del adulto al tragar impidiendo una correcta alimentación, viéndose afectada tanto la eficacia como la seguridad de la misma, ya que en ocasiones, sin las maniobras adecuadas, el alimento puede pasar a las vías aéreas.